jueves, 20 de octubre de 2011

¿Yo? Imposible...

Juan cursaba el primer semestre de la escuela preparatoria local. Dos años mayor que sus compañeros, era el capitán de la banda de guerra de la escuela y también un buen basquetbolista. Vestía bien y caminaba erguido, rara vez perdía el control y hablaba sin groserías. Tenía 18 años cumplidos.
Ana entró en la preparatoria con los recuerdos frescos de su fiesta de cumpleaños aunque desde los 14 aparentaba 17 y desde los 13 observaba a los muchachos con atención.  

Se conocieron desde el primer día de clases. Hablaban sin titubear, moderaban su risa, sus movimientos eran suaves y firmes, sonreían, gozaban cuando se veían. Para Juan, Ana no significó mucho al principio pero cuando la naturaleza maduró su cuerpo se dio cuenta de que sólo un ciego no podría apreciar tal muchacha. Después de cuatro meses de haberse conocido, empezaron a trabajar juntos en las tareas y antes de un mes se habían comprometido. Los trabajos procuraban hacerlos de las cuatro de la tarde en adelante, después de comer, pero pronto aprendieron que era mejor después de las cinco, aún mejor después de las seis, siete y ocho de la noche. La realidad era que terminaban sus tareas y luego aprovechaban el tiempo para vivir su noviazgo.

A los dos meses de noviazgo se besaban y acariciaban intensamente, a los cuatro ya sus manos no tenían que palpar nada, a los cinco faltó la regla…
Juan estaba seguro de su amor por su novia y decidió afrontar la situación casándose con Ana así pues solicitaron el matrimonio por la iglesia esa misma semana. La iglesia pedía el permiso de los padres de Amelia (por ser menor de edad) y los exámenes prenupciales, para ello debían hacerse exámenes de sangre en un laboratorio clínico, los resultados estuvieron esa misma tarde.

Al abrir los sobres se dieron cuenta de que ambos eran positivos al VIH. Ana insistió en que solo había tenido relaciones sexuales con Juan, quién no podía negarlo. Después de muchos días de amargas discusiones, Juan confesó que tuvo relaciones sexuales con una prostituta un año antes, pero que había sido con condón y aseguro que lo había usado correctamente...
Ana estaba muy lastimada y decidió  abortar al saber que su hijo casi seguramente estaría infectado; esa misma semana abortó y despidió a Juan para siempre. De Juan sólo se supo que murió siete años más tarde en un hospital para enfermos de Sida en los Estados Unidos.
Ella murió siete años más tarde, murió esquelética después de dos meses de diarreas incontrolables, muy amargada. En el momento de su partida estaba sola, cuando llegó la enfermera que le atendía, encontró su cuerpo frío a media mañana. Sus padres estaban trabajando, sus hermanos con sus familias, amigos no tenía…

 Esta historia nos confirma que la prostitucion es la que más contagia el SIDA a la sociedad, que los condones no son seguros, que los jóvenes de 14 a 25 años son los más afectados y la ruina que puede ocurrir por no hacer antes el examen de VIH.


1 comentario:

  1. esta historia no nos confirma nada. el contagio se da por muchas vías, y la prostitución no implica sida. muy discriminatoria la conclusión de tu historia. y para hacer un comentario de ese tipo "la que mas contagia el sida a la sociedad" deberías citar fuentes estadísticas serias y no especulaciones o consideraciones personales que se sustentan en un melodrama de dudosa procedencia.

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